Interior de una empresa de juego en Gibraltar
Interior de una empresa de juego en Gibraltar

Como todos los paraísos fiscales, Gibraltar está lleno de secretos. Y uno de los más guardados es cuántos trabajadores extranjeros hay allí. Las cifras bailan de manera escandalosa entre 3.500 y 10.000. Algunos medios cifran en 3.500 dedicados sólo al juego online, uno de los grandes negocios de la Roca, pero los gibraltareños necesitan además médicos, enfermeras, servicio doméstico, recogedores de basura y todo tipo de personal asistencial, ya que ellos se dedican a eso.

Son «colonialistas», que viven de sus colonos, y nada mal, como delata su PIB. Aunque, repito, conocer el número exacto de esos colonos es imposible y ni siquiera la Delegación de Trabajo en Cádiz es capaz de darnos la cifra. ¿Por qué? Pues porque Gibraltar no quiere darla, como tantas otras. Ni tampoco los que trabajan allí están interesados en facilitarla. Con lo que llegamos a uno de los puntos candentes de la colonia: la dichosa Verja.

Habrán oído ustedes hablar de las colas que se forman ante ella, de los controles aduaneros, de las airadas protestas que se elevan tanto por parte de las autoridades gibraltareñas, como de las británicas, como de los «trabajadores en Gibraltar». Al Gobierno español se le ocurrió un método bastante normal para atenderlas: se habilitaría una línea especial para esos t rabajadores, que podrían pasar sin los controles a los que son sometidos los turistas y el resto de los transeúntes. Para obtener ese pase bastaría presentar un contrato de trabajo en Gibraltar y el carnet de identidad o pasaporte, además de, en su caso, permiso de residencia. Llevamos ya más de un año con esa línea y ¿saben ustedes cuántos han pedido ese pase? Exactamente 120. ¿Qué hay de los miles restantes? Desaparecidos. O, exactamente, no presentados, pues tienen que existir. Pero no quieren «retratarse», no quieren reconocer sus ingresos en Gibraltar viviendo en España, donde pueden tener otro empleo o algún tipo de subsidio, tal vez de paro, que perderían. Prefieren aguantar en la cola del visitante corriente, y es que Gibraltar es un saco de trucos, una chistera de ilusionistas de donde puede salir una paloma o una liebre.

Ello nos lleva directamente a un asunto fiscal, algo de la máxima importancia: la democracia a fin de cuentas se funda en la Hacienda, como tienen establecido los anglosajones, que son los que más entienden de ella. Sin impuestos no hay democracia, así de sencillo. Siguiendo esta máxima, los países pueden catalogarse democráticamente por su sistema fiscal: cuanto más justos sean los impuestos, más democracia habrá, y a la inversa. La pregunta es: ¿cuántos de los que trabajan en Gibraltar y viven en España (teniendo en cuenta que la obligatoriedad fiscal comienza a partir de las ciento ochenta pernoctaciones anuales) pagan o no pagan impuestos?

Nuestra Hacienda, que tan rigurosa es con los españoles, tiene un amplio campo por explorar en los profesionales, la mayoría extranjeros empleados en las compañías de juego, financieras, y de entretenimiento que existen en Gibraltar y que viven en España. Las autoridades gibraltareñas se han dado cuenta de que tienen ese flanco al descubierto y de ahí sus ataques continuos al nuevo sistema de control en la Verja, que amenaza uno de los mayores atractivos del Peñón: la ínfima fiscalidad que hay en él. Conviene advertir que, en este caso, no tienen la menor defensa legal: la Unión Europea es la primera interesada en que se paguen los impuestos señalados dentro de su ámbito y no moverá un dedo por los defraudadores del fisco español.

De ahí también que el sistema de «pases» de trabajador en la Verja no haya sido un fracaso, pese al exiguo número que obtuvo de solicitantes. Resulta que puede ser una excelente vía para localizar a defraudadores. Ahora que nadie espere que las autoridades gibraltareñas colaboren para localizarlos.

Fuente: abc.es