Desde hace un par de años tiene una ‘startup’ tecnológica que no ha conseguido los resultados y la escalabilidad que él pretendía, pero al menos ha conseguido ser rentable, sostenible y dar de comer a sus cuatro empleados fijos.

Él no tiene sueldo en su empresa, pero no le preocupa: desde hace unos cuatro años se gana un sueldo más que meritorio llevando a cabo un trabajo radicalmente distinto.

Agustín es una especie de corredor de apuestas ‘online’, ya sea ejecutando las apuestas que le indican sus clientes o invirtiendo y jugándose el dinero que otros le dan para conseguir beneficios. Una ocupación que, según nos cuenta, le reporta más de 3.500 euros al mes trabajando no más de dos horas al día. Y todo gestionado desde su propio WhatsApp.

De sacarse un dinerillo… a gestionar 30 clientes

La carrera de Agustín ha sido breve, meteórica y, por qué negarlo, un tanto extraña: «Ni de coña habría pensado que me iba a dedicar a esto. Siempre me han gustado los juegos ‘online’ y las apuestas, pero lo hacía por puro entretenimiento. Nunca he tenido ninguna pretensión… hasta que he visto que podía vivir de ello».

Frente a la imagen que podamos esperar del jugador o apostador impulsivo, colérico y buscador de grandes pelotazos, el éxito de Agustín siempre radicó precisamente en lo contrario: «Soy el jugador más aburrido del mundo», nos reconoce entre risas. «Si ganaba dinero era porque siempre iba a las apuestas seguras. La gente que apuesta por entretenimiento, como tampoco suele jugarse mucho dinero, intenta ir a por el premio gordo, a por la apuesta imposible. Yo siempre he sido justo al revés: si apostaba a partidos de fútbol, siempre era a favor de los equipos grandes; si invertía algo en bolsa, lo hacía en las empresas que iban bien; si me metía en un juego de azar, iba más desnudo, pero metía poco dinero y no me volvía loco, etc.».

¿El resultado? «Claro, imagínate: ganaba casi siempre, pero poco dinero. Yo era el tío más aburrido del mundo metido en la actividad más estimulante del mundo. Es como si te buscas un agente de bolsa y te invierte en bonos del Estado: pues sí, vas a ganar dinero, pero no te vas a forrar en dos días. Pero al final el que tiene paciencia prefiere ese tipo de cosas. Es como si yo invirtiera en bonos del Estado, pero dentro de internet», nos cuenta.

De hecho, sus amigos no sospechaban que estuviese montándoselo tan bien: «Les contaba que metía algo de dinero, pero no sabían mucho más. Hasta que un día salió el tema, les dije que ganaba unos 600-700 euros al mes echando algún rato suelto y todos fliparon».

«Échame un cable, méteme 100 euros donde sea»

El siguiente paso estaba claro: «Todos me empezaron a decir que joder, que vaya chollo, que a ver si les metía a ellos también. Así que, entre risas, hicieron un bote entre todos y juntaron 20 o 30 euros, no recuerdo. Hice la apuesta más aburrida del mundo: metí esos 30-40 euros a que el Real Madrid ganaba un partido a no sé qué equipo malísimo, ni lo recuerdo. Creo que ganamos unos 15 o 20 céntimos por cada euro. Vieron que si estás desesperado no te compensa, pero si no tienes prisa, poco a poco, apostando mucho, eso podía acabar dando un dinero».

Agustín no convenció demasiado a sus amigos, que pensaban que se había marcado un farol al decir lo que ganaba, pero un par sí le pidieron, como favor personal, que les apostara algún dinero: «Échame un cable, méteme 100 euros donde sea, que estoy jodido de dinero».

Agustín empezó ayudando a unos amigos… y ahora gestiona 30 clientes y 40.000 euros al mes

El amigo en cuestión estaba en paro, así que Agustín decidió diversificar un poco el dinero: «No lo recuerdo exactamente, pero creo que le metí 20 o 30 euros en partidos de fútbol y el resto me lo jugué al póquer, ya que juego desde hace muchos años y se me da muy bien».

Y la jugada le salió bien: «Al mes y pico le di algo más de 200 euros. Rara vez tengo un retorno del doble en un mes, ¿eh? Pero mira, esa vez tuve suerte y era por ayudar a un amigo», nos cuenta.

A partir de entonces, el número de ‘clientes’ aumentó entre su pandilla de amigos. A excepción de su amigo en apuros, el resto pasaron a pagar una comisión: «Muchas risas y mucho colegueo, sí, pero cuando todos se pusieron a darme dinero, hubo que poner algunas normas. Sin darme cuenta, ya estaba ‘profesionalizando’ aquello».

Fuente: elconfidencial.com