«Desde Terrassa ha construido un imperio multinacional que arrancó en 1978 con unas máquinas pinball, y ahora su holding Nortia Corporation tiene 275 empresas. Sus tres hijos trabajan en el grupo». Ésta es la descripción que hace la revista Forbes del que es el octavo español más rico y, aunque vive en Cataluña, es natural de Almería, Manuel Lao, propietario de Cirsa y con una fortuna de 2.400 millones de euros.

Nacido en el pequeño pueblo almeriense de Doña María, situado en la ladera sur de Sierra Nevada, el empresario soplará este año 70 velas. Una cifra tan redonda como los números que acompañan a su carrera profesional.

Manuel Lao emigró cuando tenía doce a Terrasa (Barcelona) y desde entonces sólo viene a su pueblo en las fiestas patronales de Santa Teresa, de la que es un gran devoto, en vacaciones y para actos puntuales.

Energía desbordante, desparpajo a raudales, ilusión eterna, pasión por el trabajo, incansable genio y siempre figura. Presume de ser almeriense, pero se crió en Terrasa. Allí se casó en 1968 con Rosa Gorina, con la que tiene tres hijos: Manuel, Esther e Ingrid.

La historia de este emprendedor es el relato de un niño almeriense de un pequeño pueblo, que soñó que con su trabajo y esfuerzo llegaría muy lejos. No soñaba despierto, pues ha logrado con creces todos los retos que se ha planteado. Y, aún hoy, continúa haciendo realidad sus sueños. Pasó su niñez en Doña María pastoreando las ovejas que tenía su padre y su familia. Fue allí donde ganó sus primeras pesetas como monaguillo. También hacía molinillos de viento, que los vendía por dinero o algo de comida, patatas, harina… Aunque siempre había tiempo para la diversión. Uno de sus hobbies preferidos era cazar pájaros con sus amigos. «Ahora la gente no sabe lo que es eso, no lo ha hecho nunca», asegura. Tal es el amor que siente por los pájaros que en su despacho, el que posee en la sede de Cirsa en Terrasa, junto al hotel Don Cándido, también de su propiedad y que lleva el nombre de su padre, dispone de una enorme pajarera con más de doscientos ejemplares de todo tipo. Así, mientras trabaja puede oir su canto y relajarse cuidándolos, poniéndoles comida o limpiado sus jaulas.

De su pueblo se fue con el hijo de Don José, el médico, que fue el que convenció a su padre para dejarlo marchar: «Cándido, déjame que me lleve a tu niño a Cataluña, que allí se hará un hombre», cuenta Manuel siempre que tiene oportunidad y le preguntan por su pasado . Los dos primeros años en tierras catalanas fueron los peores de su vida, se hartó de llorar, de tanto echar de menos a sus seres queridos.

Pero tras ese tiempo, sus padres y su hermano Juan también emigraron hasta allí. Cataluña lo vio crecer como emprendedor. Con trece años, empleaba las mañanas de los sábados y los domingos para repartir pasteles a domicilio y también ayudaba en la barra del bar familiar. Y por la tarde repartía caramelos en el cine y despachaba en el bar que daba a la sala. Manuel Lao hacía otras muchas cosas para ganarse la vida a esa edad. «Buscaba ladrillos en los vertederos, los limpiaba el cemento y los vendía», recuerda con nostalgia. Un poco más tarde, la familia Lao montó el Bar Egara, que les dio trabajo durante dos décadas. En él servían comidas típicas de Almería (migas, gurullos, trigo), ofrecían tapas, desayunos, almuerzos y cenas. «Estaba siempre a tope de gente», afirma Manuel. Tal fue el éxito del local, que las propinas en pesetas se acumulaban por cientos por la cocina. En paralelo al bar, a su regreso de realizar el servicio militar, la familia montó también una inmobiliaria, bajo la enseña de Celasa.

Poco antes de que se legalizara el juego en España, fue popular la compra en los bares por un duro o cinco duros de los conocidos como «boletos», que ofrecían premios en metálico como si de una tómbola se tratase. Este fue el germen de lo que posteriormente sería Cirsa. Manuel Lao ha sido capaz de engendrar uno de los mayores imperios de la industria del juego y el ocio que hay en todo el mundo. Cuando el juego fue legal, su visión empresarial le llevó a comprar las primeras máquinas tragaperras que llegaron a España y poco tiempo después montó su propia fábrica, con sus propios modelos, contratando ingenieros japoneses. Aquello es hoy la Corporación Cirsa. Un negocio del juego que tiene presencia en 11 países, cuenta con 32 casinos tradicionales, 83 casinos electrónicos, 32.808 máquinas recreativas, 79 salas de bingo, 138 salones de juego, 190 centros de apuestas deportivas, 1.840 terminales de loterías y 3.440 terminales de videoloterías-. Pero el imperio de Manuel Lao ahora llamado Nortia (por la diosa etrusca de la fortuna) es más extenso y global, y agrupa otras actividades económicas colindantes con el juego: la aviación corporativa (una flota de jets privados), hoteles, inmobiliarias y hasta una empresa de comercialización de obras de arte. En total, 275 compañías con presencia en 70 países, 18.000 empleados y unos ingresos de 1.900 millones de euros. Su hijo mayor se perfila como el heredero.

Fuente:  diariodealmeria.es