La lucha contra la corrupción como método para incentivar la actividad económica suele ser un objetivo en el que suelen estar de acuerdo tanto defensores como detractores de la intervención estatal.
El caso de Macao, en China, parece contradecir a todos: la economía de la pequeña región se hunde a un ritmo del 26% trimestral, en una espiral que tiene mucho más que ver con la intervención de Pekín para eliminar la corrupción que con las recientes turbulencias en los mercados financieros del gigante asiático.
Detrás de esta brutal contracción -en 2014 el PIB de Macao cayó apenas el 0,4%- está la creciente vigilancia del gobierno central respecto a la actividad de los casinos, verdadero pilar de esta antigua colonia portuguesa.
Conforme a los datos recogidos por Jornal de Negociós, los ingresos de las salas de juego se han desplomado en los últimos meses: en febrero comenzaron a caer a un ritmo superior al 50% interanual, y en los últimos meses apenas han consegido moderar el batacazo al 34%.
Y no se trata sólo de que los chinos o los turistas hayan perdido la pasión por el juego. En realidad, el grueso del negocio perdido proviene de las salas VIP, en las que se mueven más de dos tercios del total de los ingresos, y en las que la creciente fiscalización del fisco chino ha desatado el pánico.
El temor a preguntas incómodas acerca del origen del dinero ha alejado a los millonarios chinos de las ruletas y las mesas de blackjack, y de esa forma ha puesto en solfa la sostenibilidad de una economía que no conoce el desempleo (el 1,8%) y en la que se ingresan 40.000 millones de euros al año sólo por el juego, siete veces más de lo que generan los casinos de la archifamosa Las Vegas.
Fuente: Eleconomista.es