«Nuestro hombre a las cuatro. El segundo set del tercer juego lo pierde por doble falta». No es un código cifrado, sino una consigna, un mensaje concreto que utilizaba la mafia armenia para impartir la orden de que comenzaran las apuestas y garantizarse suculentas ganancias.
Ese, como otros en diferentes ocasiones detectadas, era el resultado pactado con uno o con los dos tenistas, previamente sobornados por un miembro del grupo mafioso para ganar o perder un partido. Igual que en otras disciplinas en las que también han pagado, como baloncesto, voley playa o hockey sobre hielo.
La operación Kus-Napols contra el crimen organizado ha puesto al descubierto por primera vez el circuito completo de las apuestas deportivas ilegales, de los amaños y sobornos en distintas disciplinas y el engranaje que los sustenta en toda Europa. Es solo uno más de los innumerables delitos que se les atribuyen y que les reportaba mucho dinero y ningún riesgo.
«Ni para el viaje»
El informador, un armenio nacionalizado ruso y que vivía en ese país aunque pasaba muchas temporadas en la costa de Alicante, en concreto en El Campello, era el encargado de acercarse a los deportistas. Él mismo había sido tenista profesional y elegía a jugadores de tenis de las categorías inferiores como objetivo. A uno, español hijo de emigrantes rusos, una promesa de ese deporte afincado en Andalucía, lo tenían «en plantilla». Ha sido detenido junto al resto de mafiosos.
«En las categorías inferiores no ganan ni para pagarse el viaje a un torneo lejano como puede ser uno celebrado en Chile, de modo que a esos es facilísimo corromperlos. Les pagas el viaje y el alojamiento y ya está. Hay dos tipos: los que se dejan ganar por mera supervivencia deportiva y los que lo hacen para enriquecerse», detalla a ABC el responsable del Grupo II del Servicio de Control de Juegos de Azar de la UDEV de la Policía Nacional. Y aunque diferencia entre dos motivaciones, ellos no distinguen a la hora de actuar contra el delincuente.
Una vez logrado el acercamiento, el informador paga una cantidad al deportista por amaño y además éste vende la información de cuál va a ser el resultado a mucha gente, con lo que el dinero del soborno se va multiplicando y la cantidad obtenida es imposible de cuantificar. «A muchos de los investigados nos los ha proporcionado la Unidad de Integridad del Tenis; nos pasaban información de gente sobre la que tenían sospechas», señala el inspector al frente del Grupo II.
Una vez contactado el deportista en la disciplina que sea y pactado el resultado, el informador ruso proporcionaba esa información al jefe de las células operativas en España (donde se han producido 132 detenciones en esta operación). Se transmitía el mensaje –«nuestro hombre a las cuatro, segundo set, doble falta», por ejemplo– y el jefe de las células lo distribuía a todas sus células y éstas a su vez a sus «mulas». «A veces se compraba a los dos rivales».
Miniejército de apostadores
Las «mulas» eran un miniéjercito de apostadores, que podían ser los últimos del escalafón de la organización o bien individuos captados en sus barrios a cambio de un módico precio. Los investigadores, tras las detenciones, han averiguado que cada «mula» cobraba no más de cincuenta euros por pasar un partido delante de la máquina apostando. Por supuesto, toda la ganancia debía entregarla a la organización y, dado el tipo de captadores de los que se trata, nadie tenía la tentación de quedarse con lo recaudado.
Los armenios habían captado a una veintena de chavales, de los cuales unos quince son españoles, de barrios deprimidos de Alicante sobre todo, en busca de dinero fácil y rápido. A alguno ni siquiera le habían pagado los 50 euros prometidos. Todos han quedado en libertad, tras prestar declaración. «Se aprovecharon del desconocimiento y la avaricia de algunos», explica el inspector que lucha para controlar los juegos de azar.
La apuesta más alta que se ha descubierto con este sistema es de 500 euros. Parece poco, pero hay que multiplicarlo hasta por veinte en cada una de esas apuestas y cientos de personas a veces haciéndolo a la vez. Una vez que el jefe de las células con todas las «mulas» daba el ok, la consigna era «la apuesta a nuestro hombre». Podía ser presencial, en una de las clásicas casas de apuestas (Codere, Sportium u otras, totalmente ajenas a estos hechos) o bien vía Internet, el mismo día o el día de antes como máximo. Todos a la vez ponían su dinero al resultado acordado hasta que saltaba la alerta y se cerraba la apuesta.
«Es una vuelta de tuerca más a la corrupción. La primera vez que hemos descubierto un sistema tan simple y tan eficaz», admiten los investigadores de Policía Nacional y Mossos d’Esquadra que han colaborado mano a mano en una de las operaciones más importantes en Europa.
Una inversión
Los sobornos deportivos de esta mafia no eran para blanquear dinero como se creía hasta ahora, sino como inversión. De cada euro amañado obtenían siete. Estaban ganando miles de euros de una forma sencillísima y aparentemente pacífica.
«El primer juego lo pierde el del ranking menor, el segundo juego el que tiene más ranking y el tercero se compite», era uno de los clásicos. Son resultados muy concretos que siguen un eficaz boca a boca, de manera que las apuestas se van multiplicando y escapando al control. En Bélgica se ha detenido a 13 miembros de la misma organización por los amaños; en España, la investigación sigue, también escalando categorías .
Fuente: abc.es