A través de internet, las nuevas generaciones participan principalmente en pronósticos deportivos y ruletas, mientras que las tragaperras continúan con gran éxito entre los de mayor edad.
Desde que en el año 2011 se aprobó la Ordenación del Juego, el número de licencias otorgadas a las salas de juego en toda España no ha parado de aumentar. Prácticamente todos los barrios de las grandes ciudades de nuestro país tienen un «casino» y para entrar y probar suerte solo es necesario tener 18 años, por lo que casi todos los jóvenes de nuestro país han tenido esa experiencia alguna vez durante la última década. Cuando esta ha llegado de forma aislada, no han corrido ningún peligro. Si se convierte en un pasatiempo recurrente, hay que estar alerta y llevar muy bien la cuenta de cuánto se juega -tanto en cantidades de dinero como en número de veces que se apuesta-. Pero cuando se convierte en una actividad habitual, no importa la edad del jugador, hay que acudir a un especialista.
La presencia de estas salas de juego y apuestas en nuestro entorno no son más que la punta del iceberg, ya que entre establecimientos físicos y virtuales, el mercado del juego en España crece al año casi un 30% -28,38% en 2023 según un análisis de la Dirección General de Ordenación del Juego- y alcanza ya cifras de 1.236 millones de euros.
La presencia de la Lotería de Navidad hace que el 97,26% de la población juegue a la lotería, el 12,52% a las puestas, el 5,05 a las cartas, el 4,04 a las máquinas de azar y el 2,74% a la ruleta. Sin embargo, cuando acudimos a las estadísticas que hacen referencia a los jugadores más frecuentes, resulta llamativo que el 14% de los que acuden al juego presencial lo hacen en las máquinas de azar, el 12% a las apuestas y el 10% a la ruleta; datos que superan al 7% que juegan a la lotería o el 5% que juegan al bingo.
Los casinos, según el estudio de Datos del mercado español de Juego, continúan creciendo, con 17.691 millones jugados en 2022 y también las puestas, en las que se jugaron 13.101 millones (en comparación, por ejemplo, con los 9.311 de 2018). En la lado contrario encontramos a los bingos que continúan con cifras inferiores a la prepandemia: con 1.825 millones jugados en 2002 mientras que en 2019 fueron 2.133 millones, y las loterías, que se mantienen alrededor de 12.000 millones.
Otro de los datos destacados del Estudio de Prevalencia de Juego es que son las máquinas de azar (tanto en la modalidad presencial como online) las que, para el conjunto de la población, elevan el riesgo de sufrir problemas con el juego. No en vano, el 21,27% de quienes las usan en locales físicos y el 52,56% de quienes juegan a través de Internet presentan síntomas de juego problemático.
El número de licencias en España se encuentra en 47 para casinos, a los que hay que sumar 324 salas de bingo, 3.783 salones de juego y 927 salas de apuestas.
Las asociaciones perciben el aumento de las apuestas «online»
En APAL (Asociación para la Prevención y Ayuda al Ludópata) aseguran que ha disminuido «notablemente» el número de personas que acuden a ellos con problemas con los juegos clásicos, como las loterías físicas. «Lo que sí que ha aumentado exponencialmente han sido las apuestas deportivas, el póker online y la ruleta», indican en la asociación, «por lo que puede ser que ahora la adicción se haya derivado hacia este tipo de juegos, siguiendo la tendencia». El hecho de que sean «apuestas más rápidas» y que «no estén tan mal vistas como lo estaban, por ejemplo, las máquinas tragaperras» son algunas de las características que, creen en esta asociación, pueden estar potenciando este tipo de juegos.
Además de tratarse de juegos más populares por su presencia en las televisiones y su alta inversión publicitaria, están ganando más adeptos entre los jóvenes que entre los mayores: «Hay un espectro de edades que vienen y antes no existían por aquí». Que puedan apostar a los resultados de eventos deportivos «puede ser una de las razones por la que los jóvenes se ven más atraídos», piensa el presidente de Apal, Juan Carlos Gallego.
«También hay que tener en cuenta que cuando juegas con dinero físico tienes más conciencia del dinero que estás gastando, cuando todo se hace con dinero virtual, y de un modo tan rápido, parece que no te estás jugando nada», asegura Gallego, que superó hace años su adicción a los juegos de azar.
Los profesionales de la salud, como Ricardo Hodann, psicólogo de la clínica Nuestra Señora de la Paz (Orden San Juan de Dios) asegura que parte del problema es que las apuestas deportivas y los juegos que triunfan en los casinos online «tienen una gran aceptación social». Hay jugadores «que incluso tienen canales de Youtube» y promocionan ese estilo de vida, aunque la mayoría jamás conseguirán esos logros. «De todos modos sigue habiendo un remanente de personas que juegan a la ruleta y quinielas, aunque pertenecen a un rango de edad a partir de los 40 años«. En ese campo también hay novedades como los slots y otro tipo de apuestas rápidas que funcionan con un sistema de «recompensa intermitente» que resulta muy adictivo.
Respecto a las motivaciones del juego, el informe de Dirección General de Ordenación del Juego, sustenta las sospechas de los entrevistados por Vozpópuli: en la mayoría de los casos los jugadores apuestan para ganar dinero (43% de los casos) y no por diversión.
El 22% de los jugadores son menores de 25 años
El perfil del jugador español es cada vez más joven -el 22% tienen menos de 25 años- y, a su vez, son los que corren un riesgo mayor de padecer trastornos del juego. Curiosamente, pese a ser una generación muy digitalizada, la mayoría juegan de forma presencial. En la clínica de la Orden San Juan de Dios indican que, además, son principalmente hombres -83,38% según la Dirección General de la Ordenación del Juego-, aunque los datos de prevalencia pueden deberse a que las mujeres son más difíciles de detectar «porque informan menos de que tienen un problema de adicción, ya que hay una doble estigmatización». Por su parte, en APAL, de las cinco personas que acuden por primera vez cada semana, tres suelen ser jóvenes de menos de 30 años, cuando antes el perfil más habitual era el de padre de familia y gente mayor.
Fuente: vozpopuli.com