Pinball Hall of Fame
Pinball Hall of Fame

El Pinball Hall of Fame de Las Vegas es un lugar idóneo para los nostálgicos, que pueden divertirse con las más de 200 máquinas de «pinball» que pone a su disposición su propietario, Tim Arnold.

Es solo una pequeña parte de su extensa colección, que incluye máquinas con hasta más de medio siglo de vida.

A pocos kilómetros de algunos de los casinos más famosos de Las Vegas, hay un anodino edificio gris sin ventanas ni luces en la fachada. Las bombillas de colores lucen en su interior, en las más de 200 máquinas de ‘pinball’ que alberga este templo del entretenimiento del siglo XX. Abierto todos los días del año, el Pinball Hall of Fame es el lugar perfecto para los nostálgicos de este juego: echando una moneda, pueden divertirse con máquinas que tienen más de medio siglo de vida.

«En realidad es un proyecto loco, que me está condicionando la vida y del que no gano dinero, no tiene fines de lucro. Simplemente me gustaban las máquinas y nadie más las estaba conservando», cuenta Tim Arnold, creador de este museo, a HojaDeRouter.com. «Puedes ir al ordenador y escuchar música ver la tele o ver películas, pero no puedes jugar al ‘pinball’ porque solo existe en el mundo real».

Además de las que tiene expuestas al público, Arnold tiene almacenadas otras 800 en otro edificio. Es allí donde también se encuentra  su desguace de máquinas inservibles, que destripa con cuidado para trasplantar cables y componentes a las que tiene expuestas en el museo cuando lo necesitan. «Tengo que fabricar partes, tengo que sustituir otras partes, tengo que ser muy ingenioso para hacerlo y mantenerlas funcionando», explica Arnold, uno de los mayores coleccionistas de estas máquinas.

Cobraba 10 céntimos a los colegas que querían jugar en su garaje.

Cuando Tim tenía solo 14 años, compró junto a su hermano y a un amigo su primer «pinball» de segunda mano. Pronto aprendió todos sus trucos y aún lo conserva con cariño. Cobraba 10 céntimos a los colegas que querían jugar en su garaje. Como tantos otros emprendedores en Estados Unidos, fue en el garaje donde Arnold definió su futuro profesional: comenzó allí a arreglar máquinas de monedas estropeadas y a colocarlas en las tiendas.

Unos años más tarde, en 1976, abría junto a un amigo su primera sala de recreativos en Michigan, llamada Pinball Pete’s. Llegaron a tener siete. Sin embargo, poco a poco, las recreativas se iban llenando de videojuegos que desplazaban a estas máquinas tradicionales. Así que cuando Tim ya había ganado suficiente dinero para vivir el resto de su vida, abandonó el negocio.

«Decidí que no me gustaban los videojuegos, así que monté todas mis máquinas de ‘pinball’ en un camión y las llevé a Las Vegas para abrir un museo del ‘pinball’», explica.

Además de comprar cada nuevo modelo que salía al mercado, había ido adquiriendo los más antiguos, en una época en la que «no había coleccionistas y muchas veces se mandaban las máquinas a la basura». Entre las reliquias que fue recabando se encuentra una de las primeras máquinas de «pinball» de Estados Unidos que funcionaba con monedas, la Baffle Ball de la compañía Gottlieb, de 1931.

A partir de los 30, estas máquinas estuvieron prohibidas en las grandes ciudades al ser consideradas un juego de azar en lugar de uno de destreza. En Nueva York, la policía se tomó tan en serio la prohibición que destrozó muchas de ellas a martillazos y tiró sus restos al río Hudson. En 1976 Roger Sharpe, un periodista de The New York Times, demostró ante un tribunal en la ciudad que nunca duerme que la habilidad tenía su papel en el juego: logró que la bola se moviera por el tablero de la forma que él había planeado.

Arnold afirma que no tiene una máquina favorita. «No tengo una preferida porque me gustan todas y como conservador no tengo que dar una opinión», asegura con seriedad. Tampoco cree que conseguirlas tenga especial mérito: la «parte difícil» es «mantener las máquinas reparadas» para que los visitantes puedan viajar al pasado jugando con ellas.

Fuente: eldiario.es